¿Cómo podría bienvenirte
si siempre estás lloviendo
si siempre estás lloviendo con furia
y acá también tengo mis tormentas?
¿Cómo podría dar refugio
a tu aliento congelado
en mis cuevas ancestrales
si anidarían en los techos
y caerían como estalactitas
sobre lo último que me queda por guarecer?
¿Cómo podría abrazar tus noches
entre el azul y la borrasca
que empaña aún mis manos
que tanto ansían la luz?
¿Y cómo, dime, podría
albergar en mis claustros
tus silencios abismales
que aunados a los míos
acallarían las fuerzas
que debieran incendiar
todos los monasterios?