sábado, 9 de abril de 2016

25/04/10



La pureza se ha vuelto impalpable.
Solo un vago y efímero recuerdo queda de aquello
que se ha ido viciando poco a poco,
corrompido con la ira de lo material.
La inocencia de las miradas se ha disuelto en el vaho de la gran urbe,
entre los años transcurridos
y palabras hirientes,
marcas imborrables del alma.
Lo que alguna vez fue un lazo impenetrable
hoy ha sido tocado por el mundo,
ajado,
corroído,
hasta los huesos.
A esa pasión inagotable,
la ha cansado la ansiedad
de gritos desesperados
por no pertenecer
a este tiempo,
a este espacio,
que niega la belleza
de la que algún día creímos ser dueños.

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